El misterio de los alienígenas
silenciosos
Astronomía. Auge, caída y futuro del empeño humano
por saber si estamos solos o hay alguien más en el
universo.
JAVIER YANES - MADRID - 27/03/2010
(PÚBLICO)
El físico
italiano Enrico Fermi, uno de los cerebros de la bomba atómica,
convirtió en categoría una cierta costumbre de los científicos de
responder a preguntas numéricas complejas ¿cuántos coches cabrían en
los océanos? en una servilleta de bar empleando un lápiz, cuatro
datos bien traídos y grandes dosis de lógica. Durante un almuerzo
con sus colegas en 1950, se deslizó en la charla la posible
existencia de civilizaciones alienígenas, a la que el físico aplicó
su método para concluir que sí; debía de haber alguien ahí
fuera. Pero siendo así, preguntó el Nobel, ¿dónde
están? Sus labios elevaron la simple retórica a la
inmortalidad en forma de algo que desde entonces se conoce como
Paradoja de Fermi y que ha mantenido ocupados durante décadas a
investigadores de todo el mundo. Uno de ellos, el estadounidense
Frank Drake, que ha dedicado su vida a tratar de que la paradoja
deje de serlo, inauguró hace medio siglo uno de los empeños
científicos que más han inspirado la imaginación popular: SETI,
Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre.
Más que un
proyecto homogéneo y concreto, SETI ha sido el objetivo común de
diversas iniciativas. Su nacimiento se asocia al experimento seminal
en el que Drake, en 1960, decidió comprobar si aquellos hombrecitos
verdes sobre los que tanto se especulaba podían estar gritándonos su
existencia a través del universo sin que nos molestáramos en poner
la oreja. A sus 29 años, el joven astrónomo había llegado a concluir
qué debía escucharse y con qué oreja: ondas de radio de banda
estrecha con un radiotelescopio. Al mismo tiempo y de forma
independiente, un artículo en Nature firmado por los
físicos de la Universidad de Cornell (EEUU) Giuseppe Cocconi y
Philip Morrison había llegado a las mismas conclusiones, poniendo
cifra concreta a la frecuencia de búsqueda 1.420
megahercios o 21 centímetros de longitud de onda, la firma universal
del hidrógeno y nombre a las estrellas candidatas a las que
escuchar, similares al Sol y dentro de un radio de unos 15 años luz.
El artículo terminaba con una frase que se convertiría en grito de
guerra de SETI: "La probabilidad de éxito es difícil de estimar;
pero si nunca buscamos, es cero".
Drake escribió sus recuerdos de entonces para el primer
número de la revista Cosmic Search, un efímero vehículo de
SETI que sólo publicó 13 números de 1979 a 1982. En
su artículo, el astrónomo retrocedía 20 años a su estancia en el
Observatorio Nacional de Radioastronomía de Green Bank, en la
agreste Virginia Occidental, y recordaba cómo un día nevado de 1959
almorzaba con sus compañeros en un tugurio de carretera al que
socarronamente llamaban Pierres, Antoines o La
cuchara grasienta. Fue cuando decidió convencer a sus colegas
para embarcarse en el sueño que acariciaba desde los ocho años:
buscar vida extraterrestre. Tenía la herramienta perfecta, el
flamante y recién terminado radiotelescopio Howard Tatel, de 26
metros, que les permitiría buscar en un radio de unos 10 años luz.
"Mientras la última gota de Coca-Cola arrastraba la última patata
frita grasienta, había nacido el Proyecto Ozma", escribía Drake, que
bautizó su gran idea en honor a la princesa del país de Oz creada
por L. Frank Baum. El 8 de abril de 1960, Drake se levantó a las 3
de una mañana fría y neblinosa, trepó al foco del telescopio para
ajustar los componentes y se reunió con sus colaboradores en el
centro de control. Allí dirigieron la parábola a la estrella Tau
Ceti, encendieron el receptor, pusieron en marcha el registrador y
la cinta grabadora, y el ser humano comenzó a buscar a alguien con
quien hablar en el espacio.
Salvo por
una falsa alarma al explorar otra estrella, Epsilon Eridani, las 150
horas de rastreo del Proyecto Ozma, repartidas en sesiones de seis
horas hasta julio, no obtuvieron resultado. Pero el camino estaba
abierto. En 1961 Drake reunió en Green Bank a una decena de expertos
que conformaron la primera conferencia SETI. Frente a aquel reducido
auditorio, autodenominado la Orden del Delfín la
especie conocida más próxima a la humana en inteligencia, Drake
aportó su ecuación, su versión del método de Fermi para estimar
cuántas civilizaciones extraterrestre podrían existir en la Vía
Láctea. Una fórmula que, desde entonces, ha protagonizado
innumerables estudios y debates científicos, y que carece de
solución única.
De Contact a la "caza de
marcianos"
El auge y caída de SETI ya es historia. El proyecto recibió
el impulso de grandes personalidades, como el fallecido astrónomo y
divulgador Carl Sagan, que plasmó un figurado éxito del empeño en su
novela Contact. En la cresta de la ola, Drake envió al
espacio en 1974, desde el radiotelescopio puertorriqueño de Arecibo,
el primer mensaje dirigido a ellos, una serie de datos
sobre los humanos y su mundo que se transmitió hacia el cúmulo
globular M13, a 25.000 años luz de la Tierra. En 1975, SETI recibió
el abrazo, aún tímido, de la NASA y sus fondos públicos. En 1992 el
proyecto tocó techo con un plan de 100 millones de dólares a 10
años. Pero sólo un año después, el globo se pinchó cuando
los fondos se cancelaron por "déficit en el presupuesto
federal, falta de apoyo de otros científicos y contratistas
aeroespaciales y una significativa historia de infundadas
asociaciones con elementos no científicos, combinado con falta de
oportunidad", según el historiador de la NASA Stephen Garber. Este
autor recordaba que el senador demócrata de Nevada que promovió el
cerrojazo, Richard Bryan, cerró su triunfo con un comunicado de
prensa en el que decía: "Esperemos que este sea el fin de la
temporada de caza de marcianos a costa del
contribuyente".
Hoy SETI
sobrevive con un perfil bajo gracias a donaciones que sostienen
instituciones privadas como el Instituto SETI y la Sociedad
Planetaria. La búsqueda cuenta con el apoyo de voluntarios, como los
más de tres millones de usuarios de SETI@home que
ofrecen la capacidad sobrante de sus ordenadores para analizar
datos, o los miembros de la Liga SETI, aficionados entusiastas con
antenas parabólicas instaladas en el jardín. El astrónomo jefe del
Instituto SETI, Seth Shostak, señalaba a Público hace unos
meses que el interés por nuestros posibles vecinos no ha decaído:
"Yo sigo recibiendo a diario correos y llamadas de gente
interesada". El Instituto, junto con la Universidad de California en
Berkeley, promueve la construcción del telescopio Allen, un conjunto
de 350 antenas cuyo nombre honra a su mecenas, el cofundador de
Microsoft Paul Allen, que ha aportado 25 millones de
dólares.
"Podría ser extraterrestre"
En medio siglo escuchando el cosmos, sólo un evento escapa
todavía a una explicación terrestre. El momento más excitante en la
historia de SETI se vivió el 15 de agosto de 1977 en el Big Ear
(Gran Oreja), un radiotelescopio de la Universidad Estatal de Ohio
que desde su puesta en marcha en 1963 se dedicó a rastrear señales
de otros mundos. Aquel día, la impresora del computador escupió, en
mitad de una rutinaria marea de datos que sólo mostraban ruido
cósmico, una potentísima señal procedente de la constelación
de Sagitario que duró 72 segundos, exactamente el intervalo
previsto en el que una fuente emisora del cielo en rotación dejaría
huella en la antena. Cuando Jerry Ehman, el profesor universitario
que regalaba parte de su tiempo al proyecto, descubrió aquella
anomalía en la tira de papel continuo, no pudo menos que marcarla en
rojo y escribir en el margen "Wow!" (¡Guau!). La Señal
Wow! ha pasado así a la historia, y ni volvió jamás a
repetirse, ni nadie ha sabido explicarla sin fisuras. En un informe
en el trigésimo aniversario de la señal en 2007, Ehman concluía: "Ya
que todas las posibilidades de un origen terrestre se han descartado
o son improbables, y como la posibilidad de un origen extraterrestre
no se ha podido desechar, debo concluir que una inteligencia
extraterrestre podría haber enviado la señal que recibimos
como la fuente Wow!". Pero pese a su histórico significado,
ni siquiera el Big Ear ha resistido al signo de los tiempos. Tras
casi cuatro décadas de funcionamiento, hace 12 años fue desmantelado
para ampliar un campo de golf vecino.
La tarea de
ubicar una señal inequívocamente inteligente y extraterrestre en la
inmensidad del cosmos es, según el astrofísico y divulgador
británico Paul Davies, "buscar una aguja en un pajar". Davies, que
dirige el centro Beyond en la Universidad Estatal de Arizona, acaba
de publicar The eerie silence: are we alone in the
universe? (El silencio inquietante: ¿estamos solos en el
universo?), una reflexión sobre los 50 años de SETI y una guía
para futuras investigaciones. Alguien como Davies, ¿apostaría algo a
que realmente no estamos solos? "Si me pongo el sombrero de
científico, soy escéptico, y probablemente estemos solos. Si me
pongo el de filósofo, pienso que debe de haber mucha vida en el
universo. ¿Y qué quiero creer como ser humano? Que hay vida
inteligente y que pronto lograremos comunicarnos con ella", piensa
en voz alta. Y si no, quién sabe; tal vez dentro de 25.000 años, un
astrónomo alienígena en el cúmulo globular M13 vea romperse el
silencio de su radiotelescopio con una señal Wow! y aprenda
que estamos, o al menos estuvimos, aquí.
PAUL DAVIES, Astrofísico, divulgador y escritor
«SETI busca lo mismo que las
religiones»
¿Cuál es su balance de los
50 años de SETI? Un inquietante silencio, como titulo mi
libro. Pero vale la pena, aunque debemos explorar nuevas
estrategias. En lugar de señales de radio de banda estrecha, debemos
buscar balizas cósmicas que emitan pulsos. Segundo, debemos olvidar
la idea de mensajes dirigidos a nosotros, porque no saben que
estamos aquí. Debemos buscar firmas de tecnología, fenómenos que no
tengan una causa natural, como, en el caso de la Tierra, el
calentamiento global.
¿La Señal ?Wow!? podría ser una
de esas balizas cósmicas? Es imposible saberlo. Una
baliza es un faro, repite la señal. Los radiotelescopios sólo han
podido mirar a cada estrella durante media hora, pero no se ha
vuelto a hallar esa señal. Es consistente con una inteligencia
extraterrestre, pero lo es con otros procesos naturales. Sería
diferente si apareciera otra
vez.
¿Se justifica el gasto sin resultados ni
aplicaciones? ¿O debería ser incluso mayor? La motivación es la misma que la
de la religión; antes se construían catedrales buscando las grandes
cuestiones del ser humano, y nadie objetaba esos gastos. SETI
persigue lo mismo, la identidad humana y cómo encajamos en el
universo. Hoy sólo se gastan fondos privados. Por suerte el volumen
es adecuado, pero es una pena que como sociedad no dediquemos más
recursos.
¿Cree que la gente ya no sabe qué pensar
sobre si hay alguien ahí? La ecuación de Drake ha tenido tantas
?soluciones?... La ecuación de Drake no significa nada.
Su principal cuestión es la probabilidad de vida en un planeta como
la Tierra, y no lo sabemos, porque no tenemos teoría sobre el origen
de la vida. La mejor forma de responderlo es saber si la vida ha
surgido más de una vez en la Tierra. En mi libro dedico un capítulo
a la búsqueda de la biosfera en la sombra, microbios terrestres que
serían vida distinta a la que conocemos. Claro que la inteligencia
biológica es sólo una fase en la evolución.
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